Nos disponemos a la redacción de los puntos clave de un artículo de carácter cuantitativo. En concreto se trata del texto "Consumo político y Cosmopolitismo. Un estudio de participación política postconvencional en España", publicado en el número 135 de la revista REIS por Ramón Llopis-Goig*
Esta investigación tiene por objeto el estudio del CONSUMO
POLÍTICO. Este es una modalidad de participación política que ha visto aumentada su importancia en los últimos años, de ahí el interés científico-sociológico de su estudio. Su génesis está en los
estudios de participación política no-convencional, en los años 60 del siglo
pasado. Esta categorización de "no-convencional" con la que surgió el consumo político en sus orígenes, como participación alternativa a los cauces institucionalizados tradicional, está, en la actualidad, superada. De ahí que ya desde el título del artículo se nos plantee el estudio como participación política "postconvencional".
El Consumo Político se puede definir como el acto de seleccionar o excluir
productos y productores a partir de criterios de carácter ético, político o
medioambiental. Proporciona a los ciudadanos un modo de comprometerse con los
asuntos públicos que se sitúa en una dimensión distinta a la ocupada por
comportamientos políticos y cívicos convencionales (Bennet y Entman, 2000; Shah et al., 2007: 17). Se caracteriza por su
convicción en la eficacia de la acción cotidiana como medio de alcanzar logros
políticos, así como su apuesta por el mercado como espacio a través del cual
influir en asuntos públicos.
Algunos autores lo sitúan en tipologías de participación
política, entre los que están el voto, los contactos políticos, o la actividad
de protesta. En este esquema, las huelgas o manifestaciones se sitúa en formas
de expresión y participación política extra-representativos, al igual que el
boicot o la compra de productos de consumo por razones éticas, políticas o
medioambientales. Son estas últimas las actividades a las que se denomina consumo
político.
El consumo político se caracteriza además por el anonimato,
en mecanismos de salida de flujos hacia el sistema político. Estos flujos
tienen su manifestación en actividades de consumo político de dos tipos:
“positivo”, es decir, compra de productos por razones éticas, políticas o
medioambientales (buycott); y “negativo” que serían las acciones que tratan de influir
directamente en las empresas productoras mediante el rechazo de la compra de
productos por esos mismos criterios (boycott).
Como ejemplifica el autor, la historia reciente está infestada de boicots a diferentes productos como los de Nestlé o Disney. Por su parte, el buycott empezó a desarrollarse en los años 90 del siglo pasado por el aumento de la conciencia ecológica y de las condiciones de producción de los productos, especialmente los provenientes del "Tercer Mundo".
Desde la literatura sociológica se ha planteado que en este
tipo de acciones las variables edad (más jóvenes) (Stolle, Hooghe y Micheletti, 2005; Fraile, Ferrer y Martín, 2007) y nivel educativo (mayor) (Caínzos, 2006), son
determinantes para que aumenten. No tanto así el género (Ferrer, Medina y Torcal, 2006). Se plantea el autor si el
cosmpolitismo también es una variable decisiva en el fenómeno del consumo político.
Para ello vamos a indicar primero que es lo que se entiende por
cosmpolitismo: es una disposición cognitiva que implica una apertura hacia
personas, lugares, objetos y experiencias de otras culturas (Tomlinson, 1999:234; Beck, 2006) así como
la búsqueda de los contrastes entre sociedad más que un deseo de superioridad. Sin embargo, el estudio empírico del cosmopolitismo se ha hecho focalizado en sectores
económicamente solventes, con niveles educativos altos y con gran capacidad de
movilidad geográfica. Además se ha operacionalizado con variables socio-demográficas,
como de tipo actitudinal o cognitivo. Y aquí entran los objetivos del estudio.
La presente investigación se sitúa en este campo de estudio,
pero prestando atención a: en primer lugar la posible relación entre
cosmpolitismo (tomado no como variable dependiente, sino independiente) y una
determinada forma de participación política como el consumo político; en
segundo lugar, estudiar el cosmpolitismo en la sociedad, puesto que hay
estudios que muestran que existe en clases bajas y grupos sin perfil
intelectual; por último trata de ver como el cosmpolitismo cristaliza en la
vida cotidiana (tanto en actitudes, prácticas e identificaciones de los
individuos).
Como ya sabemos, las hipótesis se sitúan en un nivel de abstracción menor que
las teorías, y por ello son empíricamente “controlables”. La apertura cultural
que caracteriza el cosmopolitismo podría actuar como marco de sensibilización
hacia los criterios éticos, políticos o medioambientales en cuya primacía se
apoyan las decisiones que dan lugar a las acciones de consumo político. La
hipótesis se basa principalmente (aunque no es el único) en el planteamiento de Ulf Hannerz (1996:103) cuando señala la
importancia de la apertura cultural del cosmopolitismo en el surgimiento de
nuevas formas de participación o conocimiento.
Tal y como expresa el autor del artículo "la hipótesis tiene interés científico porque aún cuando hay
algunas reflexiones teóricas que señalan la existencia de una dimensión global
en el espacio social del consumo, no se dispone de ninguna evidencia empírica
al respecto más allá de algunos trabajos de casos como el comercio justo o en
las potencialidades democráticas del consumo político a escala global". Por ello
es pertinente operacionalizar las variables para estudiar empíricamente estos
fenómenos. Explicar el marco teórico en el que se enmarca y del que bebe la
investigación sería muy extenso, así que lo dejaremos al libre interés de cada
cual.
HERRAMIENTAS DE
RECOGIDA DE INFORMACIÓN
DIMENSIÓN
TEMPORAL/GEOGRÁFICA DEL ESTUDIO
De ámbito nacional,
se llevó a cabo entre los días 21 y 29 de mayo de 2005.
El universo de dicho
estudio fue la población española de ambos sexos, de 18 y más años. El tamaño
de la muestra fue de 2480 entrevistas. Las unidades primarias de muestreo
fueron los municipios, las secundarias las secciones y las últimas los
individuos por edad y sexo. Cabe decir que esta encuesta no estaba diseñada
para el estudio que nos ocupa, por lo que vamos a recoger varias
puntualizaciones acerca de las variables utilizadas y su operacionalización.
OPERACIONALIZACIÓN
DE LAS VARIABLES
La variable
dependiente es el consumo político. La operacionalización se realizó teniendo
en cuenta el consumo político “positivo” y “negativo”. Además, se decidió
establecer la frecuencia de consumo político en tres niveles, y no en cuatro
como se hizo en el CIS.
La variable
independiente, denominada “las dimensiones del cosmopolitismo”, se operacionalizó teniendo en cuenta reflexiones llevadas a cabo por algunos autores como Szerszynski y Urry (2002: 470), Noya (2005), Skrbis y Woodward (2007: 732) y Bilbeny (2007). Entre ellas se encontraba el conocimiento de lenguas extranjeras, la
movilidad geográfica, la vinculación a organizaciones de ayuda internacional,
etc.
Para observar si
existen diferencias sustantivas en las variables empíricas del cosmopolitismo,
respecto a los que llevan a cabo comportamientos de consumo político, y los que
no los desarrollan se utilizó un análisis de varianza unidireccional, y
posteriormente un análisis de regresión (TABLA 1 de la presentación).
El análisis mostró
como existían dos únicas dimensiones que explicaban el 41,5 % de la varianza
procedente de las 14 variables iniciales. El primer factor, responsable de un
30,4 % de la varianza se corresponde con el uso de nuevas tecnologías,
comunicación con personas de otros países, uso de lenguas extranjeras y
realización de viajes fuera de España, entre otros.
Esta dimensión
podría ser denominada Cosmopolitismo simbólico-experiencial y aunaría la capacidad
de comunicación inter-cultural y el uso efectivo de dichas capacidades en
contextos de interacción internacional.
La otra dimensión
que aglutina el 11,1 % de la varianza está compuesta por la saturación de
aquellos ítems que recogen el interés del entrevistado por las noticias que
ocurren en otros países, su identificación supra-nacional y la afección por
acontecimientos que se producen en otros lugares del mundo. Se le ha denominado
cosmopolitismo identitario-cultural y estaría compuesto por una especie de
orientación cognitiva global.
CONCLUSIONES Y
RESULTADOS
La simple
observación de la tabla 2 de la presentación parece confirmar la hipótesis que se planteaba:
aquellos que han comprado o boicoteado productos de consumo por razones éticas,
políticas o medioambientales muestran puntuaciones más elevadas en las dos
dimensiones del cosmopolitismo que aquellos que no lo han hecho. Para comprobar
si estas diferencias eran estadísticamente significativas se procedió a un
análisis ANOVA, que mostró, como podemos ver en la tabla 3, que las medias de
ambas formas de cosmopolitismo eran relevantes y que variaban altamente entre
aquellos que habían realizado alguna actividad de consumo político.
La aplicación del
test de Tukey mostró como existen diferencias significativas en el
cosmopolitismo simbólico-experiencial entre aquellos que no han llevado a cabo
acciones de consumo político pero piensan hacerlo en un futuro y los que nunca
lo han realizado y no piensan hacerlo. En la dimensión del cosmopolitismo
identitario-cultural, en cambio, no se dan estas diferencias, lo que se interpreta
como una asociación más fuerte entre el consumo político y el
simbólico-experiencial.
Para descartar el
problema de las relaciones espurias, es decir, que la relación entre dos
variables se dé por una causa común entre ambas (y no que la una cause a la
otra), se realizó un análisis estadístico de regresión. El problema fue que la
variable dependiente era ordinal, y entre las variables independientes muchas
eran ordinales y nominales, por lo que se recurrió a la técnica de la regresión
categórica, para lo que se seleccionaron. Así se introdujeron como variables
independientes la edad, el nivel de estudios, el tamaño del hábitat, la
situación laboral, el sexo (puesto que se tiene evidencia empírica de que
influyen en el consumo político) y las dos dimensiones del cosmopolitismo.
Esto demostró que la
relación entre consumo político y cosmopolitismo no es espuria y se mantiene
cuando se controla el efecto de las principales variables socio-demográficas.
Las conclusiones
obtenidas en el análisis confirman la hipótesis de partida: “aquellos que han
comprado o boicoteado productos de consumo por razones éticas, políticas o
medioambientales muestran puntuaciones más elevadas en las dos dimensiones del
cosmopolitismo que aquellos que no lo han hecho”. Es, por tanto, determinante
el desarrollo de alguna actividad de consumo político en las dos dimensiones
del cosmopolitismo. Además, su importancia está aumentando con los procesos de
la globalización.
Asimismo, aunque la
hipótesis de partida haya quedado verificada, al tratarse de un estudio
exploratorio, las técnicas estadísticas no permiten realizar inferencias de
tipo causal, por lo que simplemente se puede afirmar que la población española
que ha comprado o boicoteado productos de consumo, está caracterizado entre otros elementos, por el cosmopolitismo, de modo paralelo, e inter-relacionado con los procesos de globalización.
Son necesarios estudios más complejos y exhaustivos (tanto de carácter cuantitativo como cualitativo) que ahonden y analicen a fondo el cosmopolitismo tanto en el consumo político como en otras formas de participación política.
Se muestra a continuación la presentación gráfica de la exposición del artículo que hemos resumido.